The Elder Scrolls IV: Oblivion Remastered trae de vuelta lo mejor y lo peor de Cyrodiil. Reseña de la nueva versión del clásico de Bethesda

Jesús Zamora

Editor

Así como nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, los jugadores nunca regresamos dos veces al mismo juego, y Oblivion Remastered es prueba de ello. El nuevo rostro que Virtuos y Bethesda le han dado a esta joya del 2006 nos lleva de vuelta a Cyrodiil, pero no para reescribir su historia, sino para redescubrirla. ¿Sigue siendo tan memorable este mundo como lo era cuando salió en Xbox 360? ¿Qué gana y qué pierde al enfrentarse con los ojos del presente?

Toma tu espada, tu escudo y prepara tus mejores conjuros, porque estamos por lanzarnos directo a la aventura para descubrir si The Elder Scrolls IV: Oblivion Remastered vale la pena.

Historia y adaptación: tan enredada como encantadora

No es exagerado decir que Oblivion fue, en su día, una revolución. Su narrativa de bright fantasy rompía con la estética oscura y opresiva de otros títulos que apostaban más por la violencia pura y el realismo sucio, y su mundo abierto nos ofrecía un territorio de exploración hasta ese momento inigualable. Ahora, casi 20 años después, resurge con un remaster que en mera apariencia luce más bien como un remake. En un momento en que el dark fantasy de títulos como Elden Ring o Dragon’s Dogma vuelve a imponerse, Oblivion nos ofrece una ruta de escape hacia un mundo que parece salido de los cuentos artúricos.

Cuando digo que este título es solo en apariencia un remake, es porque los cambios radican en la parte gráfica casi en su totalidad. Apartados como el de la campaña principal apenas han sufrido cambios. Y eso significa que el corazón narrativo de Oblivion sigue intacto: el emperador Uriel Septim VII vuelve a morir frente a nuestros ojos en los primeros minutos del juego, y nuevamente nos embarcaremos en la misión de encontrar a su hijo y detener la invasión de las criaturas demoníacas que se abren paso por las puertas de Oblivion.

Es una trama clásica, pero contada con el ritmo particular de Bethesda: así que no hay problema si la dejas olvidada durante 30 horas para ir a buscar un casco maldito a una caverna perdida o para ingresar a una sociedad secreta de asesinos. Eso es y siempre ha sido Oblivion.

Jugabilidad y controles: un sistema que ha envejecido… ¿mal?

El combate, por su parte, no ha cambiado en lo fundamental. Puedes optar por espadas, hachas, dagas, arcos o conjuros, pero lo que prevalece es el mandoblazo sin mucha táctica. Es decir, el juego no se abre a una estrategia clara, así que deberás machacar los gatillos traseros hasta que caiga tu enemigo o caigas tú. Y aunque esa torpeza ya estaba en el original, en el contexto actual se siente más marcada.

Para Virtous y Bethesda no todo es nostalgia en la ciudad imperial: también hay una voluntad de preservación

Uno podría decir que esa falta de precisión técnica también forma parte del espíritu Oblivion, pero, lamentablemente, es precisamente esa falta de refinamiento la que puede derivar en momentos de genuina frustración. A un jefe vampiro, por ejemplo, lo eliminé no porque aprendiera de mis errores (después de que me matara unas 23 veces), sino porque apareció un bug inesperado y aproveché el error del juego. Se trataba de un enemigo obligatorio para la historia, al cual debía combatir en un espacio muy estrecho, así que durante un par de horas la pelea se redujo a intentar golpearlo con una maza haciendo uso de un sistema de combate poco fluido y sin margen para la astucia, y eso fue realmente agotador.

Otro problema se presentó cuando descubrí en mí el inicio de una transformación vampírica, consecuencia de una misión secundaria, y que solo podía revertir siguiendo un enrevesado ritual, el cual estaba oculto tras una cadena de favores absurdos con condiciones sumamente específicas. Con este ejemplo quiero decir que la actualización de Virtuos no ha reparado en los sistemas menos intuitivos y en los errores heredados, y que la experiencia puede volverse realmente cuesta arriba para jugadores nuevos o menos tolerantes a la frustración.

Sin embargo, me parece que hay algo revelador en esta decisión de no intervenir: Oblivion Remastered no quiere maquillar el diseño de su época. Quiere presentarlo como fue. Y eso incluye sistemas obtusos, desbalances brutales y soluciones escondidas tras capas de lógica torcida. Para Virtous y Bethesda no todo es nostalgia en la ciudad imperial: también hay una voluntad de preservación, aunque eso signifique conservar intactos sus tropiezos.

IA, enemigos y dificultad: no esperes milagros

Si esperabas que la inteligencia artificial fuera uno de los apartados revisados en esta remasterización, más vale que ajustes tus expectativas. Los enemigos siguen comportándose igual que hace casi veinte años: te detectan, corren hacia ti y atacan sin mucha lógica. A veces se traban contra una piedra, otras se quedan quietos esperando su turno para morir. La sensación es la de estar en un mundo que no entiende bien cómo funcionan sus reglas. Y, en parte, eso también forma parte de su encanto.

Siempre hay algo esperándote, y lo más importante: casi siempre vale la pena desviarse del camino

Los NPCs, por ejemplo, siguen atrapados en ese limbo entre lo programado y lo impredecible. Comen pan al unísono, saludan al aire, discuten entre ellos como si estuvieran ensayando una obra escolar. Es un teatro de autómatas, un mundo que funciona apenas por impulso, pero que da la impresión de tener vida. Esa es la magia de Oblivion: un “valle de lo inquietante” convertido en comedia involuntaria que, sin embargo, consigue hipnotizarnos

Por supuesto, parte de ese sistema incluye una de sus decisiones más desconcertantes en la serie de The Elder Scrolls: la manera en que se sube de nivel. A diferencia de otros juegos, no se gana experiencia al derrotar enemigos. Oblivion opta por un sistema de progresión basado en las habilidades que usamos. Al principio resulta curioso, incluso divertido (hay algo extraño y divertido en mejorar habilidades solo por usarlas), pero avanzada la aventura se convierte en una obligación mecánica que premia comportamientos absurdos.

Así fue como me encontré saltando por el bosque como un lunático, invocando criaturas al aire solo para mejorar estadísticas. No es necesariamente peor que el sistema rígido y burocrático de juegos que otorgan puntos de experiencia por cada enemigo derrotado, pero sí más errático.

Diseño de escenarios y exploración: cada rincón guarda una historia

En términos de exploración, Oblivion sigue brillando. El mapa de Cyrodiil no es inmenso bajo los estándares actuales, pero cada zona guarda muchísimos secretos: ya sean cuevas, templos en ruinas, pasajes subterráneos custodiados por bandidos o criaturas grotescas. Siempre hay algo esperándote, y lo más importante: casi siempre vale la pena desviarse del camino.

Ya sea por un objeto encantado, una gema bien escondida, una historia contada a medias por libros polvorientos, o por la simple y poderosa satisfacción de haber encontrado algo que el juego nunca te obligó a buscar. Oblivion recompensa la curiosidad como pocos títulos lo han hecho antes o después.

En mi caso, opté por no hacer uso el viaje rápido, una opción incomprensiblemente disponible desde el inicio, incluso a lugares que mi personaje nunca había visitado, solo para dejarme llevar por la música envolvente, apartado que no ha sufrido cambios de la versión original.

Gráficos y aspectos técnicos: el milagro de Unreal Engine 5

La principal novedad de Oblivion Remastered es, evidentemente, el apartado gráfico. Construido sobre Unreal Engine 5, pero con el núcleo jugable de Gamebryo, el resultado es visualmente impresionante: rostros afinados, iluminación más realista, texturas con mayor profundidad. Aun así, no todo es consistente.

En Xbox Series X, el juego corre a una resolución de 1080p con reescalado a 4K y un rendimiento que en general se mantiene sólido a 60 FPS. En Series S, sin embargo, la resolución nativa desciende drásticamente: entre 420p y 630p, reescalada a 1260p. Además, en esta versión se presentan caídas constantes de FPS y problemas de carga de texturas. Incluso en Series X llegué a experimentar un cierre abrupto del juego sin razón aparente.

Acá no es solo nostalgia: el juego fue construido con atención en su atmósfera

El menú fue rediseñado con una estética más moderna y visual, pero no necesariamente más funcional. Navegar por el inventario sigue siendo engorroso, y organizar objetos no ha mejorado demasiado. La cámara en tercera persona también fue ajustada para ofrecer mejor visibilidad del entorno, aunque la rigidez del movimiento se mantiene. Otro problema persistente: las pantallas de carga. Están en todas partes. Entrar a una casa o abrir una cueva: todo implica una pausa. Es una herencia del pasado que, aunque entendible, se siente fuera de lugar frente a los estándares actuales.

Lo curioso es que, a pesar de estas limitaciones técnicas, Oblivion sigue siendo un mundo que invita a la contemplación. Las auroras boreales cruzando el cielo, las montañas diluidas en la distancia, los ríos de agua cristalina. Todo te empuja a caminar, a frenar el paso. La belleza está en los detalles: en el pelaje de un khajiita errante, en la ornamentación de una espada élfica, en cómo se ilumina la noche estrellada. Acá no es solo nostalgia: el juego fue construido con atención en su atmósfera, con un deseo claro de maravillar.

¿Vale la pena The Elder Scrolls IV: Oblivion Remastered?

Oblivion Remastered no es una simple actualización del clásico de Bethesda: es una pregunta abierta sobre lo que recordamos, sobre cómo envejecen los mundos que una vez nos asombraron, y sobre nuestra propia disposición a reencontrarnos con ellos. Es una obra que no intenta corregirse, sino exhibirse con dignidad. Y en esa decisión hay algo profundamente honesto.

Jugar esta versión remasterizada no es regresar: es volver a mirar. Y en ese mirar, uno descubre que el verdadero valor de Oblivion no está en sus mecánicas pulidas ni en su lógica de juego, sino en la persistencia de su atmósfera, en la forma en que su mundo sigue respirando. Sí, hay frustraciones. Pero también hay una memoria viva, un mapa mental que todavía nos sorprende cuando volvemos a recorrerlo. Este título no es un triunfo técnico; es una cápsula del tiempo. Y precisamente por eso es que, tanto para viejos como para nuevos jugadores, The Elder Scrols IV: Oblivion Remastered es una experiencia que vale la pena.

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